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jueves, 30 de mayo de 2013

reflexiones de Dios

4 comentarios:

  1. Salmos 28:7

    7 El Señor es mi Fuerza y mi escudo;
    En El Confía mi Corazón, Y soy socorrido;
    Por Tanto, mi Corazón sí regocija,
    Y Le Daré gracias con mi cántico.

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  2. Dios siempre está presente
    En cierto pueblo vivía Pedro, un hombre que creía fervientemente en Dios.

    Un día empezó a llover y al ver que se aproximaba una fuerte inundación, todos los lugareños decidieron abandonar el lugar y ponerse a buen resguardo. Cuando pasaron por casa de Pedro, éste les dijo que se quedaba ya que “Dios lo iba a salvar”. No hubo manera de convencerlo, Pedro se quedó y todos los demás se fueron.

    Transcurrieron las horas y el nivel del agua subió más de metro y medio. En eso pasó por casa de Pedro un hombre en su pequeño bote. Le ofreció un espacio para que se subiera, pero Pedro se negó nuevamente ya que “Dios lo iba a salvar”. Sin entender la actitud de Pedro, el hombre siguió navegando en búsqueda de otros a quienes ayudar.

    Seguía lloviendo a cántaros y pronto el agua obligó a Pedro a subir sobre el tejado de su vivienda. En eso llegó un helicóptero de rescate que sobrevolaba la zona. Una vez más Pedro se negó a partir ya que “Dios lo iba a salvar”.

    Pero la fuerza de la naturaleza fue implacable, destruyó la casa y se llevó consigo la vida de Pedro.

    Como era un buen hombre, el alma de Pedro subió al cielo donde se encontró con Dios. Al verle, Pedro le preguntó entristecido:

    - Toda mi vida creí en ti y seguí la senda del bien. Fervientemente estaba convencido que me ibas a salvar, pero no fue así. Ahora yo estoy aquí, mientras que mis seres queridos lloran mi muerte. ¿Por qué no me salvaste de aquella tragedia?

    Con mucha dulzura, Dios le respondió:

    - Hijo mío, claro que traté de salvarte: envié primero a tus vecinos, luego a un buen hombre con su bote y finalmente a un helicóptero de rescate, sin embargo en cada ocasión tú te negaste a recibir la ayuda

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  3. acerca de la fe....

    El pequeño Roberto asistía a la primaria y la maestra les encargó una tarea: “investigan qué es la fe en Dios”.

    Intrigado, de regreso a casa le preguntó a su tío “¿Qué es la fe en Dios? Me la dejaron de tarea en la escuela”.

    Con una amplia sonrisa, su tío le respondió: “¿En verdad quieres saber lo que es la fe en Dios?”.

    “Si”, respondió Roberto.

    Bien, vamos a la playa y te lo enseñaré.

    Roberto vivía en las paradisíacas playas de Cancún.

    Una vez que llegaron, le entregó el chaleco salvavidas y las aletas.

    “Pero yo no se nadar” dijo Roberto.

    “Lo se”, le dijo el tío, “póntelos de todas maneras”.

    Lo hizo.

    “Ahora, comienza a caminar hacia el mar de espaldas. Llegará un momento en el que sentirás que tus pies no tocan tierra. Déjate ir y arrójate de espaldas. No te hundirás, ya que el chaleco te hará flotar”.

    Roberto estaba aterrado “No tío, no quiero”.

    “¡Hazlo!” Le respondió “Estaré junto a ti para que no temas. Así que tranquilo”.

    Roberto confió en su tío. Mientras caminaba de espaldas llegó un momento en el que sintió que no tocaba tierra. Dudó. Pero recordó las palabras de su tío, aparte de que lo tenía cerca.

    En un acto de valor, dio el siguiente paso ¡Ya no tocaba tierra! Sin embargo, flotó en el mar gracias al chaleco. Se sintió emocionado ante la experiencia y feliz.

    Ambos salieron del mar. Camino a casa, su tío le explico:

    “En esto consiste la fe en Dios: el mar representa la vida. Yo represento a Dios y el chaleco representa la fe. Cuando te adentres en el mar de la vida y sientas que la lógica no puede ayudarte a salir a flote de tus problemas, hasta perder el piso, debes creer que el chaleco de la fe te salvará. Dios estará siempre cerca de ti, pero depende de que te atrevas a dar el primer paso de confiar en EL, vistiéndote el chaleco de la fe y arrojándote con el, para que puedas flotar en el mar de la vida con total paz y tranquilidad”.

    Roberto quedó maravillado con la explicación de su tío y le dio las gracias. Cabe mencionar que la maestra quedó impresionada con la tarea y sacó la nota más alta de la clase.

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  4. El alfabeto de la vida comunitaria



    AGRADECER a Dios el regalo de las personas con quienes convivimos.

    BUSCAR el bien común por encima de los intereses personales.

    CORREGIR con compasión al hermano que se equivoca.

    DAR lo mejor de uno mismo, permaneciendo siempre disponible para el servicio.

    ESTIMAR a los demás reconociendo sus capacidades.

    FORTALECER la fe del decaído y animarlo en las motivaciones de vida comunitaria.

    GANAR la confianza del hermano arrimando el hombro a llevar su carga.

    HABLAR con sinceridad, sin zalamerías ni halagos, pero con amabilidad.

    INTERCEDER por los otros a Dios antes que por los intereses propios.

    JUNTARSE al que otros apartan o desprecian.

    LEVANTAR al que ha tropezado o se ha hundido.

    LLORAR con el que llora y cantar con el que está alegre.

    MEDIAR entre los hermanos que no se comprenden.

    NECESITAR de la mano del compañero sin complejos.

    OLVIDAR el miedo a estar al servicio de los demás o a ser considerado el último de la comunidad.

    PREOCUPARSE por el débil y el necesitado.

    QUITAR los obstáculos de los prejuicios y tópicos.

    RESPETAR las opiniones de los demás sin caer en la tolerancia tácita.

    SALIR al encuentro del hermano: a su mentalidad, a sus necesidades.

    TOLERAR los defectos y límites con buen humor.

    UNIR con la concordia a los hermanos para así vivir en paz y armonía con todo el mundo.

    VALORARSE con realismo sin considerarse más que los compañeros ni darse aires de importancia.

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